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En los albores de una Corea que soñaba con el futuro, nació un nombre pequeño, pero con el poder de levantarse: Kia.
De tubos de acero y bicicletas humildes, brotó una idea inmensa: movernos hacia adelante.

 

“Kia” significa surgir de Asia, y eso hizo —con esfuerzo, con pasión, con propósito—.

 

De talleres modestos a carreteras infinitas, la marca que nació del trabajo se convirtió en símbolo de superación. Los años trajeron desafíos, crisis que golpearon con fuerza, pero Kia no se detuvo. Aprendió que cada obstáculo es solo una curva más en el camino del progreso. Y volvió, más fuerte, más bella, más humana. Rediseñó su identidad, puso el alma en cada línea, el arte en cada diseño, la innovación en cada motor.

 

Hoy, Kia no solo fabrica vehículos. Crea movimiento. Movimiento que inspira, que conecta, que invita a mirar hacia adelante. Porque cada viaje, cada historia sobre el asfalto, es una prueba de lo que somos capaces de alcanzar
cuando nos atrevemos a avanzar.

 

Kia no es solo una marca. Es un recordatorio de que el cambio es posible, de que los sueños se conducen,
y de que el futuro siempre está a un paso, si elegimos movernos con propósito.